domingo, 10 de junio de 2012

NOSTALGIAS DE LA NADA

Estoy sentado en este viejo mueble. Recuerdo a mi abuelo sentado en él y escuchando esos tangos que parecían vaciarle el alma. Quizás porque no quiero ver muerta su imagen, con el vino entre sus manos, al calor de una chimenea y con sus mostachos quebrados estilo Alfonso Ugarte, como buen patriota, cuando pensaba todavía en las elecciones de sus tiempos realizadas a balazos. “Esas eran verdaderas elecciones y no, como ahora, con toda esa mariconada del respeto ciudadano”, decía siempre en los tiempos electorales.
Hoy mi cigarrillo quiere morir en su ausencia, consumido por sus propios recuerdos y volar en búsqueda de un nuevo amanecer; pero le estoy negando vivir, solo le dejo morir consumido entre mis dedos. Tal vez porque no quiero dejar de pensar en sus recuerdos, muertos entre el humo de sus habanos. Como cada noche siento frío, este clima me acobarda para seguir viviendo solo, aunque este cigarro calienta su ausencia, muriendo despacio en una larga letanía de consumo, es cuestión de tiempo… ¿Tiempo?, sí, creo que sí, tiempo, ese absurdo que dicen cura las heridas infringidas por el mismo tiempo, pleonasmo absurdo, dentro de mi caja de pandora mal llamada inconsciente, tic tac, tic tac, en un reloj, o solo el compás de esta melodía caótica pero hermosa.
Añoro, aún, cuando era pequeño y él se sentaba en este mueble, y yo en una banca especialmente diseñada para los niños y hacer sentirnos más pequeños de lo que éramos. Ponía a sonar sus discos de Carlos Gardel o de Libertad Lamarque, y siempre, con su voz gruesa, carcomida por el trago y las vitolas, me decía: “tienes mucho futuro muchacho, estudia y serás un gran profesional, recuerda que perteneces a una familia importante”. Y, bueno, se ponía a relatarme historias de viejos ya extintos, de cómo sus embarcaciones llegaron al Perú y por qué mi familia era de esas que llamamos de abolengo.
Mis discos de Cesarea Evora acompañan mi soledad, no tengo hijos y mucho menos nietos, pero mis canas les dice a muchos que he vivido y harto. Sus recuerdos, viejo jodido, siguen traicionando mi existencia; debí de casarme hace mucho tiempo, con alguna chica de familia, pero yo las veía tan locas y tan absurdas, con sus costumbres y sus histerias, lo que ahora dicen son parte de ese género, que nunca me atreví a vivir en el absurdo mundo del hombre casado; algunos me sugerían ser sacerdote, no me gustaba la vida monástica; simplemente nací desencajado, recordando al abuelo, parte de mi pasado, pues mi padre nunca vivió conmigo, sabía que existía en algún lugar de Francia, pues los giros provenían de esas zonas, y mi madre que se sentaba en la ventana esperando al amado que nunca llegó; murió, ella, esperando, en esa ventana cerca al comedor, y sin darse cuenta de mi presencia. Para ella, quizás, solo era un fantasma; los psiquiatras decían que es depresión, pero mi abuelo le llamaba nostalgia de su amado.
Mi cigarro muere y ya estoy cansado de vivir, esta chimenea ya no calienta como en los tiempos de mi abuelo, solo el cigarro muerto calentó mi alma esta noche. Será mejor dormirme esperando el alegre reencuentro con mi abuelo.

De lunfardos y gobiernos

A propósito de las ultimas noticias y metidas de pata del actual gobierno local, pongo a reflexión algunos puntos: la primera es l...